La compañía chilena La Calderona llenará la Plaza de Santo Domingo de música y color el tercer fin de semana del Festival
- 19 Jul
La traición en la amistad, única comedia de María de Zayas, nos sorprenderá por su frescura, su ritmo trepidante, su ironía y sus réplicas agudas. Escrita por la madrileña en la década de 1630, se trata de una comedia que sigue el modelo propuesto por Lope de Vega en su Arte nuevo de hacer comedias, cuyo eje central es el amor. Pero Zayas va más allá, y junto al tema amoroso, nos habla de la amistad entre las mujeres y la necesaria lealtad entre amigas. La obra narra las peripecias amorosas de cuatro mujeres nobles: Marcia, Fenisa, Belisa y Laura, y de sus galanes Liseo, Gerardo y Don Juan. Fenisa es un personaje único en su tiempo al proclamar a los cuatro vientos la alegría de vivir el amor en libertad y más allá de la estrecha moralidad de su tiempo. Un planteamiento absolutamente radical y subversivo que solo era posible en las comedias de capa y espada del Teatro Barroco.
La puesta en escena del texto está ambientada en un lujoso hotel de la Italia de los años 60, en la estética sonora y visual del Festival de San Remo, de La Dolce Vita y de la Europa vista por los ojos de Fellini. Con una banda de músicos en vivo, coreografías y entretenidas situaciones, el montaje apuesta por la actualización de las temáticas de la obra para permitir que el público de hoy sienta empatía por estos personajes y conflictos. Al respecto su director, Mario Costa, opina: “Es evidente que hoy en día muchos de estos temas ya no son centrales: el honor de la mujer, por ejemplo, pero durante la primera parte del siglo XX estas temáticas eran aún relevantes. De hecho, la década de los sesenta es una especie de época “bisagra”, en donde se empieza a construir el mundo moderno”.
En términos estéticos, la Italia de los sesenta ofrecía una serie de elementos interesantes: por un lado, la moda y el ambiente constante de fiesta, el rico universo musical y el clima cálido que caracteriza el temple italiano. Pero por otro lado, desvela también esa decadencia de las clases adineradas, esa especie de abulia que tan bien retrataron cineastas como Fellini o Antonioni. La revolución mexicana de los años 20 es, por otro lado, el marco histórico que propone La Calderona para su adaptación de Los empeños de una casa, texto dinámico y tremendamente divertido que se presenta como una fiesta popular, un espacio sonoro ecléctico a ritmo de rancheras, corridos, tonadas, cuecas, cumbias o huaynos. No menos generoso en influencias resulta su diseño visual, no en vano el mestizaje es una de las apuestas de la compañía, que siempre busca “mezclar imágenes, palabras y texturas. Mezclar referentes. Mezclar tiempos. Frida Kahlo, el corrido revolucionario, las animitas del norte de Chile, la cantante Paquita la del Barrio, la artesanía latinoamericana, la flor plástica y el objeto kitsch” en palabras de Macarena Baeza, su directora.
El montaje reivindica la figura de dos creadoras inigualables, dos mujeres auténticas que dejaron su impronta y trascendieron su época. Sor Juana Inés de la Cruz, hija bastarda de un militar español, se hizo monja, y de manera autodidacta, encerrada en un claustro la mayor parte de su vida pudo, a través de la literatura, fantasear, crear y experimentar un mundo su medida. Frida Khalo y su obra inspiran la estética visual de Los empeños de una casa. Irreverente, única, icono de la cultura mexicana. Su figura, entre el floklore y el avan-garde, sigue siendo fuente de inspiración para innumerables creadores.