El curioso pleito entre los confiteros de Almagro en 1770

El curioso pleito entre los confiteros de Almagro en 1770

A Don Ángel Molina, recientemente fallecido, que en su larga vida profesional hizo que almagreños y foráneos tuviesen la vida más dulce como lo seguirá haciendo su sucesor
A Don Cipriano Gómez del Castillo –emprendedor almagreño- en su cuarenta aniversario de la fundación de su magnífico obrador de pastelería
También a todos los maestros y oficiales confiteros de Almagro que con su saber hacer, ponen a nuestra ciudad en el mejor lugar de la repostería manchega.

Arcadio Calvo Gómez
Cronista oficial de la ciudad de Almagro

En el año de 1770 la capital Calatrava estaba bien surtida de “confiturías”, * el número oficial de estos establecimientos expendedores de dulces era de siete, todos, con tiendas abiertas al público, siendo muy reconocida la profesionalidad de los individuos que por entonces ejercían este “arte”.

Los más antiguos, eran los  hermanos Ávila (Vicente y Luis) naturales de la ciudad de Valencia; por aquellas fechas llevaban establecidos en Almagro “quieta y pacíficamente” más de veinte años, ejerciendo de maestros confiteros. Los almagreños; Manuel Escobar, Manuela Tello- no se sabe  si eran matrimonio- con más de diez años de oficio. Diego Joseph Serrano Sarabia con algo más de cuatro años ejerciéndolo. Mateo Rubio y Manuel Sánchez Maroto el Menor, con menos tiempo de rodaje y Tomás Patiño que fue el último en incorporarse a la profesión con  más o menos cuatro meses de experiencia. En Almagro, como en Ciudad Real, Manzanares, Valdepeñas y otros pueblos,  no existía Gremio de Confiteros por lo que las personas que quisieran desempeñar tal oficio solo tenían que acreditar su bien hacer en las prácticas correspondientes sin necesidad de obtener “carta de examen”.

Por la época que los hermanos Ávila se establecieron en la localidad manchega, es de suponer  que tendrían poca competencia en su oficio. Prueba de ello, es que hasta  diez o doce años más tarde no aparecieron “rivales” en este “arte”. Ante la emergente competencia, los  Ávila, se dan cuenta de que su negocio no es tan boyante como en sus primeros años. Debieron estudiar varias fórmulas de “marketing” para no perder clientela; es posible que entre ellas, estuviese en bajar el precio de sus productos, dado, que estos-según vecinos de entonces- eran superiores al resto de los competidores. Pero no les debió convencer la idea. Entonces, se les ocurrió otra, que pensaron sería la ideal para “fulminar a sus contrincantes” y conseguir el monopolio de sus productos.

Tal genialidad consistió en que ambos hermanos obtuviesen carta de maestros en  el Gremio de la Villa y Corte, pensando que si sus colegas de Almagro no lo acreditaban tendrían –según la  ley del Gremio de Confiteros de Madrid- que cerrar sus negocios. Los dos se presentaron para el examen de “maestros confiteros” ante el gremio correspondiente en la villa de Madrid en veintidós de diciembre de 1770. Trámite que se efectuó a través del Consejo de Castilla.

El informe es bastante escueto pues  las pruebas de examen  eran las generales de esta especialidad. Como curiosidad, también nos da información de las características físicas del examinado.
 “En la villa de Madrid a veintidós de diciembre de 1770, ante el Gremio de Confiteros, fue examinado Vicente de Ávila, natural de Valencia, residente en la villa de Almagro. El qual es un hombre de buena estatura, color moreno claro, barba negra con algunas canas, ojos pardos, pelo castaño oscuro, con una cicatriz en medio de la ceja derecha y de edad de cincuenta años poco más o menos… siendo examinado, mandándosele hacer azúcar rosada fina y ordinaria, anises labrados, caramelos y alfeñique. Lo que ejecutó con toda perfección y con la misma, respondió a las diferentes preguntas, que respectivas al oficio de confitero le hicieron, por todo lo cual, usando los otorgantes de las facultades que les confieren las ordenanzas a su gremio aprobadas por los señores del Real y Supremo Consejo de Castilla, declaran por tal maestro examinado del oficio de confitero al insinuado Vicente de Ávila a quien se le da licencia y facultad cumplida para que así en esta Corte como en todas las demás  ciudades, villas y lugares de estos reinos y señoríos pueda poner y tener su tienda pública y no secreta con oficiales y aprendices sin incurrir por ello en pena alguna… que el examen lo ha hecho bien y fielmente sin dolo ni fraude atendiendo solo a la habilidad y suficiencia del pretendiente a cuyo favor expiden los otorgantes este título y carta de examen en forma.”

El mismo día, fue examinado su hermano Luis, que igualmente fue aprobado… de sus “habilidades”. Era de treinta y cinco años de edad y de buena estatura como Vicente. En  cuanto a otros  detalles personales eran muy parecidos; color moreno claro, ojos pardos, barba negra y pelo castaño oscuro. También tenía una cicatriz debajo de la ceja izquierda (estas marcas, ¿supuestamente serían como  consecuencia de peleas, tan comunes en aquellos tiempos?). De regreso a Almagro, de inmediato, los dos hermanos empiezan a esgrimir sus cartas de reconocimiento como “maestros confiteros” con suficiencia y prepotencia recurren a personeros y abogados y pronto comienzan a inquietar a los que tenían sus tiendas abiertas sin el requisito de Madrid.

Carta dirigida al Gobernador de Almagro por el abogado de los demandantes

“Que habiendo en esta villa no pocos sujetos con tiendas abiertas vendiendo con la libertad que tendrían si estuvieran aprobados; punto que es digno de reparo, nuestro ánimo no es que estos no trabajen, y las tengan pero ha de ser manifestando cartas de examen y aprobación, en cuyo caso nada tenemos que decir…por lo tanto suplicamos a V.S. que habiendo por exhibido los títulos de que llevamos hecha mención se sirva mandar se intime a los demás que usen el título de confitero y manifiesten los títulos que para ello tengan y verificado de no estar aprobados se les mande cierren dichas tiendas y no vendan bajo todo apercibimiento hasta que demuestren los títulos pues para todo hacemos el pedimento conducente a justicia que pedimos y juramos”.

 El gobernador publica un edicto comunicando a los confiteros existentes en  la vecindad con “puerta abierta y tienda pública” exhibiesen en el término de tres días los títulos de su examen, de lo contrario cesarían de vender los géneros de dulces pertenecientes al oficio de confitero bajo multa de diez ducados. El personero público de la villa, en nombre de los demandados responde “… que los de este gremio tienen en Almagro sus tiendas abiertas sin haber tenido nunca letras de  examen pues tanto en la localidad como en toda la provincia los maestros confiteros han ejercido y ejercen sin cartas de examen porque este oficio no es antiliberal ni de aquellos que por la ley real lo requieren pues, valía solo la pericia y aptitud del sujeto…” además de ello, el personero da tres razones de interés: “… una, el sentido benéfico del público, otra,  la de no estar sujeto a la tiranía o desordenada codicia a que podrían emplearse uno o dos operarios si fueran solos y otra, el mayor interés a la Real Hacienda por las crecidas alcabalas que devengan y pagan los muchos confiteros que se han aplicado a este comercio ”.

 También exponía el personero  que los hermanos Ávila durante más de veinte años habían ejercido el oficio de confiteros sin exámenes. “… y ahora que lo han hecho al primer paso quieren refrenar los de los otros para volar ellos solos…” seguía diciendo que,  el mismo Vicente ejercía también el oficio de cerero y que de “ello no tiene examen, y no es otra la razón si no es porque de cereros, chocolateros, zapateros y otros oficios  a este tenor jamás lo han requerido al menos en este país (Almagro) dado que en Madrid por razón de gremios lo tengan… También  se oponía a los  requisitos exigidos por los demandantes dado que sería ir en perjuicio del común, “…pues estos pretendían ser solos para así marcar los artículos con márgenes “desproporcionados, llevan muchos años hace que los mismos Ávila tienen tiendas de confitería sin cartas de examen, lo mismo que los demás, y solo cuando ven que hay abundancia de artífices han hecho bajar los precios y no ganan lo que quisieran se acogen a esta tentativa”.

El almagreño Diego Joseph Serrano Sarabia,-uno de los demandados por loa Ávila- fue un hábil y  avispado confitero que viendo las posibles ventajas de obtener también un supuesto título de maestro, no tendría problema en mantener su establecimiento abierto. Tuvo la genial idea  de solicitar examen  de maestro confitero al Gremio de Confiteros de Madrid trasladándose a la Villa y Corte para lograr su objetivo. El examen, fue el mismo que el de los Ávila, y sus señas personales fueron descritas de la siguiente manera:…”El qual es un mozo de buena estatura, color trigueño ojos pardos y  hundidos, pelo castaño oscuro, barba negra y cerrada y de edad de treinta y nueve años poco más o menos”. Fue aprobado.

De regreso a Almagro y con su carta de examen, de  inmediato, se unió a los Ávila en la demanda contra los demás confiteros almagreños. El procurador aludía a que  “…este tomó partido con los Ávila y, a lo que antes se oponía teniéndolo por malo hoy aplaude, pide y esfuerza por bueno, cuya variedad extraña proviene de haber obtenido aprobación de los veedores del Gremio de Madrid”.
Más tarde, la moral de este profesional no le permitió continuar su lucha “gremial” contra sus paisanos retirándose  de la parte  demandante por considerar que no quería tener enemigos.

Varios  testigos mayores,  fueron llamados a declarar ante el gobernador de Almagro que unánimemente  expusieron “que es constante que más de cincuenta años a esta parte, todos los confiteros que ha habido en esta vecindad hasta la presente han ejercido su ministerio de tales, quieta y pacíficamente sin contradicción de persona sin estar examinados, ni obtenido título para su uso…fabricando, comerciando y vendiendo dulces y demás géneros de “confituría”. **

El proceso judicial duró largos meses. En la documentación estudiada no consta la sentencia final de este curioso  asunto. Por fortuna, la tradición repostera en Almagro goza de gran prestigio gracias a los buenos profesionales de “confituría”.               

*Aún hoy, es común oír entre los mayores de la gente popular “confituría” en vez de confitería o pastelería para referirse a tienda de dulces. 

**Archivo Histórico Nacional-Calatrava-Toledo.Lg.47539